9 de noviembre de 2012

Una guitarra entre las piernas
de una fémina singular.
Unas notas musicales que salen de
un alma que grita como un tsunami.
Unas manos que exprimen la madera
muerta hace años ya.
Y esa hembra de pechos generosos
toca las cuerdas y suena
el infinito.
Y los ángeles que sueñan con enamorados polvos quevedianos
cruzan el río barroco para arrancar de la muerte
los aires lechosos y totales de la vida.

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